jueves, 30 de enero de 2014

Purismo vegano o de cómo alejar a gente de tu causa

En todo movimiento social que se precie acaba surgiendo tarde o temprano un cierto gregarismo y maniqueísmo por parte de un número considerable de sus integrantes, una idea de que “nosotros” (el grupo) somos los únicos poseedores de la verdad y justicia, que hemos de mostrar a los demás, que son malvados. En ocasiones eso acaba volviéndose contra el propio grupo y formando jerarquías morales internas según el nivel de compromiso. El veganismo no es una excepción, pues a menudo se ven ciertos individuos que parecen más preocupados por aumentar su grado de pureza vegana que por acercar a gente a la causa. 

El cacao, la palma, los números E, los productos procedentes de multinacionales o empresas poco éticas y los productos testados suelen ser los focos principales de conflicto. A menudo ciertos veganos acusan a otros de no serlo por comer chocolate, comprar en X supermercado, no evitar el aceite de palma, no ir a hacer la compra con una lista de todos los números E, etc. Se trata de una actitud de “todo o nada”: o no colaboras de forma alguna con ningún tipo de explotación o tienes las manos manchadas de sangre: no eres uno de los nuestros. 

En general esa idea de trazar unas líneas fijas que distingan a los verdaderamente puros de los culpables siempre me ha parecido un error, no sólo por mi rechazo del maniqueísmo (1) (2) (3) y por cuestiones estratégicas, sino también porque en sí el llevar una vida 100% vegana me parece un horizonte utópico. Vivimos en una sociedad especista y capitalista en la que es casi imposible no participar. Gran parte de la industria minera, textil, agrícola y muchas otras es sustentada por trabajadores en condiciones altamente precarias o de casi (o sin casi) esclavitud; todo nuevo compuesto que llega al mercado es testado en animales; el petróleo, gas y otros combustibles que inevitablemente usamos es causa de numerosas y sangrientas guerras e invasiones; todo medio de transporte provoca muertes y/o sufrimiento de animales, incluso el ir a pie, así como la construcción de casas, carreteras, muebles, campos de cultivo, etc etc. 

Todo esto no significa que sea inútil cualquier esfuerzo, sino simplemente que no podemos hacerlo todo, y bajo mi punto de vista, tampoco debemos pretender hacerlo todo, pues semejante pretensión sólo provocará una creciente frustración que acabará con nuestra motivación. Es por esto que mucha gente no se hace vegana, pues piensa que no servirá de nada el esfuerzo: se seguirán matando animales igual. Y es cierto que no vamos a salvar el mundo ni acabar con la explotación animal por hacernos veganos: el error está en plantearse eso como objetivo. Lo que sí salvaremos es el mundo de cada uno de los individuos cuya explotación evitemos ¿o es que acaso nos parecería irrelevante ser cocinados vivos porque millones de otros crustáceos van a seguir sufriéndolo igual? 

Volviendo al tema, es esta actitud de todo o nada la que frena a la gente a hacer algo. A veces quien reduce su consumo de carne se encuentra con la presión de otros veganos para dejarla ya por completo, quien la deja, para abandonar cuanto antes los lácteos y huevos, quien los elimina por completo, para cambiar todos sus productos de higiene, memorizarse los números E, comprar ecológico, no comprar en supermercados, etc. Por otra parte, no hay una única forma de reducir el daño, como si la evolución ética de una persona tuviera que seguir una determinada ruta marcada: quizás alguien no esté dispuesto a renunciar al cacao pero sí renuncia a viajes largos (para evitar muertes de animales) a los que otra persona que no consume cacao no es capaz; quizás alguien que consuma puntualmente huevos realice mucho activismo que el vegano que le critica su consumo esporádico no quiere hacer; quizás, también, alguna gente se guíe por un criterio más consecuencialista, y prefiera comprarse unos tenis made in china por 5€ y donar después 35€ a una organización animalista, en vez de gastarse 40€ en unos tenis ecológicos y de comercio justo, ya que evitará mucho más sufrimiento de la primera forma. 

No digo con esto que me oponga al activismo, el aporte de información e intentos de concienciación: lo que sí considero altamente contraproducente es el acoso, el tratar de imponerles a los demás nuestro propio ritmo de cambio. Y me parece altamente contraproducente, sobre todo, porque el veganismo es una forma de vida y movimiento muy minoritario, por mucho que se haya extendido en los últimos años. Los veganos continuamos siendo los raros, los radicales, y sólo continuaremos alimentando el estigma y minando el avance del movimiento si exigimos a la gente cada vez más y más renuncias para “ser de los nuestros”.


A muchos el estigma de raros y radicales puede darles igual o hasta enorgullecerlos. Sin embargo, a los animales no: cuanto más inaccesible hacemos para los demás el cambio, menos gente estará dispuesta a darlo (pues la sociedad respalda esa no-acción), lo cual se deduce en más sufrimiento y muertes de animales. Para mí el veganismo está más en la intención (de tratar de reducir el daño causado, dentro de nuestra situación y posibilidades) que en unas acciones concretas. Además, mi posición y perspectiva es bastante pragmática, por lo que en general rechazo la categorización de determinadas acciones como éticas o no éticas en sí, veganas o no veganas en sí. En concreto, y para acabar, hay dos de esas cuestiones que trataré más pormenorizadamente: el boicot a los productos testados en animales y a las empresas “poco éticas” (no-veganas, hipercontaminantes o lo que sea): 

El boicot a los productos testados en animales siempre me ha parecido una cuestión más secundaria que la alimentación o vestimenta, por dos motivos fundamentales: por una parte, el consumo no es necesariamente proporcional al número de experimentos animales: cuando compras un jamón, la muerte de ese animal ha sido demandada sí o sí por tu compra; no obstante, si compras un champú testado en animales, no estás demandando la ceguera de un conejo (ni medio, ni 0,002). Una empresa puede decidir testar puntualmente x producto o principio activo en 1000 roedores independientemente de que las ventas que vayan a tener después sean de 10000 o 300000000. Ni se testan cada uno de los artículos ni se experimenta con animales por diversión o para celebrar un éxito comercial. Por otra parte, la colaboración con la experimentación animal no es algo evitable como sí lo es en el caso de la industria alimenticia: prácticamente todo está testado en animales (pesticidas, productos químicos en general, aditivos, todos los fármacos, los tintes de la ropa, muebles, etc), y es que por ley todo nuevo compuesto químico que se sintetice debe ser testado antes de salir al mercado, todos los fármacos, etc. No consumir fármacos cuando los necesitas no va a cambiar esta realidad, pues no es algo que esté en manos del consumidor, sino de los científicos que desarrollen alternativas a la experimentación animal. Lo que podemos hacer por nuestra parte es, básicamente, apoyar esas iniciativas y presionar al gobierno para que esas condiciones cambien. 

No obstante, con relación a este punto sí considero que tiene más sentido el boicot en determinados sectores: en aquellos donde sí existen alternativas comerciales populares (accesibles), como la cosmética o los productos de higiene, pues aquí las pérdidas que pueda tener una empresa por testar en animales pueden acabar deduciéndose en el cese de esa actividad, al no ser obligatoria. Sin embargo, ya que los motivos para dejar de comprar un producto son infinitos y ellos no pueden adivinar los tuyos, quizás más importante aún que ese boicot a nivel individual sea la presión sobre este punto enviando quejas, cartas, etc, para pedirles el cese de la experimentación animal. 

Finalmente, el boicot de ciertos productos veganos por pertenecer a empresas poco éticas siempre me ha parecido bastante absurdo, no tanto como postura individual (es mejor comprar un zumo ecológico de comercio local que uno de Unilever, obviamente) sino como activismo. Por una parte, me parece absurdo pretender mostrar una oposición a la explotación animal de la que se lucra cierta compañía llamando al boicot de los productos de esa compañía que no se sustentan en la experimentación animal, pues precisamente de esa forma lo que se consigue es que no apuesten por alternativas a la explotación animal. Las empresas que se lucran con la explotación animal no están dirigidas por sádicos que disfrutan torturando animales, como si tuvieran que montar un negocio alrededor de eso para tener una excusa para hacerlo: lo que buscan es ganar dinero. Si una empresa que vende chorizos empieza a comercializar almendras y tienen más éxito que los primeros, se priorizará la producción de almendras sobre la de los chorizos; y si nadie compra chorizos y sólo les compran las almendras, dejarán de producir chorizos y se dedicarán a las almendras. Lo mismo podría aplicarse a una multinacional que contamine mucho que saque una línea de productos ecológicos. Además, aunque sólo compraras productos de empresas veganas, el dinero siempre acabará yendo a parar a manos de no veganos: el supermercado, las empresas a las que les compren las materias primas las empresas veganas que producen los productos, etc. 

Por otra parte, mientras que el daño que le podríamos provocar a las multinacionales por boicotear sus productos veganos sería minúsculo, el daño que le provocaría al veganismo la escasez de opciones veganas baratas y accesibles en los supermercados sí sería importante. Como ya he dicho, cuanto más fácil le pongamos a alguien el hacerse vegano más fácil será que dé el paso. Si ser vegano supone renunciar a infinidad de productos manufacturados, no poder encontrar casi nada en los supermercados y tener que recurrir a herboristerías para poder comprarte unas galletas a un precio desorbitado, poca gente estará dispuesta a ello (y más animales se verán perjudicados por esto).