jueves, 18 de julio de 2013

Relativismos mal entendidos

Cuando digo -o más bien cuando se deduce de mis argumentaciones- que soy relativista mucha gente me adjudica ideas tales como que entonces debería abstenerme de criticar a cualquier cultura ajena o comportamiento, o que todas las tradiciones habrán de parecerme bien, o al menos creeré que nadie debería intentar erradicarlas o modificarlas. Pues bien: eso no tiene nada que ver con el relativismo. De hecho, esas ideas son completamente anti-relativistas (es decir, dogmáticas). 

En primer lugar, para quienes aún no tengan claro su significado, cabe aclarar cuál es la esencia del relativismo: la no creencia en los valores absolutos. El valor y connotaciones de las cosas no existen en sí sino que dependen de un conjunto de relaciones, de los sujetos capaces de valorar. Según esto, no podemos decir que tal o cual cosa esté bien o mal, sino que tal o cual cosa nos gusta/parece bien o disgusta/parece mal. El dogmatismo, por el contrario, se caracteriza por partir de premisas que se dan por ciertas sin cuestionarlas, por ejemplo, que hacer daño a alguien innecesariamente está mal. Es decir, que es algo objetivamente malo, pues el Bien y Mal existen más allá de los sujetos que los juzgan. Me llama especialmente la atención el dogmatismo en personas agnósticas o ateas, pues muchas se burlan de la creencia ciega de los católicos u otras personas religiosas en x palabras o mandamientos, pero luego ellos también creen en Verdades Absolutas, en dogmas que te indican cuál es el camino correcto. 


Las personas relativistas no creemos que exista algo así como “ser (objetivamente) bueno/malo”, ni siquiera en los mandatos sencillos tales como el ya expuesto (“hacer daño innecesariamente está mal”). No obstante, eso no implica que seamos psicópatas, conformistas o indiferentes, sino únicamente que no sentimos la necesidad de recurrir a algo o alguien superior para fundamentar nuestras ideas: simplemente creemos en ellas, opinamos, sin decir saber que son ciertas porque son (o parten de otras) obvias (un argumento tan circular como este). La evidencia no es para mí ningún hecho sino una carencia: la incapacidad psicológica para dudar sobre algo. Para unos es evidente que Dios existe; para otros, que matar está mal. 

Pensar de un relativista que es ruin porque no puede tener moral al no creer en valores absolutos es lo mismo que pensar eso de un ateo por no creer en una autoridad divina, un castigo ni un premio eterno. En todo caso podríamos decir que las personas más “bondadosas” son aquellas que, no creyendo en ninguna autoridad ni valor absoluto, tratan de reducir el daño que causan porque así lo quieren: ¿qué valor tiene tu respeto si sólo lo llevas a cabo por miedo al castigo de Dios? ¿Qué puede decir de los sentimientos de un ateo el hecho de que haga cosas buenas por los demás si lo hace únicamente porque considera que es lo que debe hacerse, en vez de por verdadera inclinación? 

Debido a mi (cantidad y tipo de) empatía algo en mí hace que me cause rechazo emocional-moral ver sufrir a otros individuos. Es por ello que me parece mal/disgusta que se haga daño innecesariamente a alguien. Por eso soy vegana, feminista y anti todas las discriminaciones que identifico como tales, y por ello siento a veces el impulso de intentar convencer o conseguir que los demás no dañen innecesariamente a otros (o sea, de hacer activismo). No veo en los eventos ningún vínculo que una necesariamente el hecho de que alguien pueda sufrir con la idea de que es nuestro deber no causarle ese sufrimiento. No veo por qué del hecho de que no te gustaría que te lo hicieran a ti se debiera concluir que no se lo debas hacer a los demás: para no querer hacer eso hace falta sentir empatía, que no es más que la capacidad de ponerte en el lugar del otro individuo de tal modo que te haga vincular su sufrimiento con el tuyo propio: todo recae en última instancia en tu propio sufrimiento, en el agrado o desagrado que algo te causa. 

Pues bien: el relativismo, en tanto que no entiende de deberes morales ni verdades absolutas, no insta a nadie a respetar las tradiciones ajenas a la suya por el hecho de que las culturas correspondientes partan de otros valores morales. El relativismo no está en contra de imponer nuestro propio criterio a los demás ¡porque eso es en sí mismo un dogma!: si no existe el Bien ni el Mal en sí: ¿cómo podríamos decir que debemos (o siquiera que sea bueno) respetar los criterios de los demás en vez de imponer nuestras propias ideas? Muchas personas dogmáticas temen la palabra “imposición” porque para ellos lleva implícita connotaciones negativas. Para ellos, someter a todos los individuos bajo sus criterios éticos no es una imposición, es “ser lo que tiene que ser”, porque sus criterios éticos son absolutos y universalmente válidos. Yo acepto la contingencia de mis valores morales y por ello admito que me gustaría imponerlos: desearía imponer que nadie explotase a nadie, que nadie violase, que mujeres, hombres y otros sexos/géneros fueran tratados de forma equitativa, etc., pues tan impositivo es que alguien fuerce a otro a mantener relaciones sexuales como forzar a ese alguien a que no viole (es decir, para que quede claro: imponer no es sinónimo de “hacer algo malo”). 


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